EL JOVEN EN BÚSQUEDA DE LO INFINITO
Con orgullo, después de casi 2 años de investigar, presento mi primer artículo oficial. Para los que se habrán dado cuenta, este artículo esta en el blog de Dr. José Antonio Benito siendo el 1º de los cinco más vistos. Ahora, con semejante aprobación, puedo, tranquilamente colocarlo en mi humilde blog. Disfrútenlo como yo lo disfruté haciéndolo.
EL
JOVEN EN BÚSQUEDA DE LO INFINITO
El hombre, desde joven, es criado y educado
para sobrevivir en este mundo. Despertar, comer, estudiar, trabajar y seguir
trabajando, son los verbos que el hombre conoce y realiza a medida que va
madurando, convirtiendo su vida en algo mecánico: vive por cumplir,
enfrascándose en la pura sobrevivencia, convirtiendo su vida en un caminar sin
sentido. Sin embargo, el hombre es consciente de algo que lo inquieta día a día
en su corazón aunque lo quiera ignorar: ¿Quién soy…, y por qué
existo?
1.
¿Qué soy?, una pregunta
fundamental que exige ser respondida
Monseñor Luigi
Giussani, a través de su obra El sentido religioso, demuestra que todo
ello apunta hacia una respuesta universal: El Misterio. Este Misterio, por ser
perfecto, nuestra imperfección no llega a entenderlo, pero la Fe hace que
creamos en Él ciegamente, por sobre todas las cosas.
Sólo
la hipótesis de Dios, sólo la afirmación del misterio como realidad que existe
más allá de nuestra capacidad de reconocimiento, corresponde a la estructura
original del hombre (Giussani 2005:86).
Pero el joven
¿Realmente está interesado en involucrarse con Dios? Al parecer, sí – su
interior abunda en preguntas sobre si mismo y sobre su realidad - ya que el
joven busca, a través de una respuesta total a su pregunta fundamental, a aquel
"Ser" que lo pueda amar de verdad. El hecho de que realmente importe este suceso
en el joven es visualizado en las experiencias que viven día a día y su toma de
decisiones. Si no hallan, al menos, un pequeño sendero hacia su búsqueda de la
Verdad, ellos, prácticamente, se dejan atrapar por las drogas, el sexo, la
delincuencia, etc., porque en su vida no hay nada importante más que el hecho de
sobrevivir y no entender el por qué uno vive en este mundo.
Esto es peligroso.
¿Dónde está la respuesta a 'Todo' esto que no entiendo? expresa el joven
mientras mira como su madre, de cáncer terminal, muere en sus brazos en medio de
los pasillos de un hospital. ¿Por qué existe el dolor y la muerte? exclama una
muchacha que acaba de perder sus piernas y que su hermano menor ha fallecido y
todo en un accidente de bus. ¿Realmente vale la pena que yo exista? se interroga
el alumno en plena clase de matemáticas mientras recuerda que la noche anterior,
al escuchar a sus padres discutir, se entera que ellos estuvieron a punto de
abortarlo.[1] Y las preguntas aumentan a medida que el
joven afronta diversas experiencias. ¿Por qué la vida? ¿Por qué la muerte? ¿Por
qué el dolor? ¿Por qué amar? ¿Por qué hacer el bien? ¿Acaso hay un 'hacer lo
correcto' que compatibilice con la realidad que vivo?
Y las preguntas no
terminan. A medida que pasa el tiempo, las preguntas se acumulan y no hay
respuesta, no hay dirección, no hay referencias, no hay guía, no hay nada. Lo
peor del asunto es que su rebeldía no le permite ver más allá del asunto, se
bloquea e, incluso, insiste que nada ni a nadie le interesa y eso, desde dentro
de su ser, lo mortifica. El joven llega a este punto en que no hay 'Nada' que le
reconforte, o, al menos, eso es lo él que cree.
2.
El impacto llamado
'Belleza'
En medio de esta
búsqueda desesperada – porque, para un joven que se encuentra en ese trayecto
entre la niñez y la adultez, todo lo que sucede en 'su mundo' es trágico – una
experiencia, un hecho, un movimiento, un 'algo' lo impacta y la búsqueda
empieza. Esta búsqueda de la Verdad Última llamada Misterio se vuelve vital para
el joven gracias al impacto que es provocado a través del acontecimiento de su
vida. A este impacto el Beato Juan Pablo II lo llama "Belleza".
La
belleza es la clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación
a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no
puede saciar del todo y suscitar esa arcana nostalgia de Dios que un enamorado
de la belleza como San Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable:
¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! (Juan Pablo II
1999)
Y es que Agustín de
Hipona, así como muchos jóvenes en la actualidad, experimentó en su juventud el
mundo materialista y mundano que, a su parecer, le convenía y sentir placer y
satisfacción individualista, sin pensar en las consecuencia ni en el mal que
provocaba a los demás. Tuvo que llegar el momento en que se diera cuenta de lo
que estaba pasando y preguntarse ¿Quién soy? ¿Por qué existo?
Newman, en La Fe
y la Razón: Sermones Universitarios expresa cómo el hombre es consciente de
ese 'Algo' exterior, ese 'Aquello' superior que puede darle sentido a su
existencia (Newman 1993:72). Esta pregunta última se vuelve el comienzo de la
travesía hacia el encuentro con este misterio que se vuelve necesario encontrar
y, si es posible, entender. El joven, así como Agustín de Hipona, recurrirá, en
medio de su desesperación y sin orientación alguna, a sectas, templos heréticos
y hasta se familiarizará con la superstición. Busca respuestas, busca a la
Perfección que dio vida al universo y a su existencia.
El
hombre reconoce que existe Otro anterior a él, que es irreductible a la suma de
todos los hombres, de tal modo que alcanza la experiencia de llegar a ser él
mismo. (Prades 2002:273)
Pero, en medio de una
sociedad consumista e individualista, en medio de diversas manifestaciones
religiosas, políticas y filosóficas, el joven se pregunta: ¿Cómo encontrar el
camino correcto que se dirija hacia esta Perfección? No se puede negar que el
hombre, a través del tiempo, ha demostrado esta necesidad de encontrar el camino
correcto para encaminarse hacia la búsqueda del Misterio, aquello que lo impactó
como el primer amor juvenil. El producto de la manifestación humana sobre estos
cuestionamientos últimos es la diversidad religiosa. El judaísmo, el budismo y
el hinduismo son algunas de las manifestaciones religiosas del hombre, es el
'Camino' que sigue para encontrarse con la respuesta última, convertida ya en
divinidad o divinidades con nombres provenientes de sus lenguas nativas y sus
mitos. Pero el hombre ya es consciente que toda pregunta existencial tiene una
respuesta que, si bien no se comprenda totalmente, es ya un indicio, no solo de
respuesta, sino también de encuentro.
La
referencia a la verdad es estructural a la verdadera pregunta religiosa, y toda
filosofía verdadera se plantea los interrogantes últimos, que podemos llamar
religiosos (…) la religión no existe en abstracto, sino que se da siempre
históricamente en la forma concreta de las diferentes religiones y, por tanto,
no se puede eludir la pregunta de la relación entre religión, religiones y
verdad (Prades 2002:269).
Pero, para el joven,
todo ello le produce confusión y no puede caer en ello si desea avanzar hacia la
búsqueda de la Verdad; sus sentimientos y sus dudas no lo dejan avanzar, piensa
que hay que dejarse llevar por esta diversa ideas y expresiones intelectuales
porque ¿realmente hay una continuación después de quedarse en este punto donde
el sentimiento puede jugarle una mala pasada?
3.
Caminando juntos por
el sendero hacia el Bello Infinito
Ahora el joven se
encuentra en el punto crucial del asunto. Es consciente de la superioridad del
Misterio y de que ello es la respuesta total e indiscutible a las preguntas
últimas del hombre. Hasta este punto también llegó el joven Agustín cuando dio
apertura a las Santas Escrituras (San Agustín 2005:237) en medio de su búsqueda
de la Verdad. Él ya había tenido contacto con la Biblia después de leer a
Cicerón (San Agustín 2005:136), pero le pareció insignificante en argumentación
que decidió dejarlo de lado (San Agustín 2005:138). Entonces, si ya lo había
tenido en brazos antes de relacionarse con el maniqueísmo ¿Por qué volvió a
leerlo?, pues, así como un niño necesita ser llevado de la mano por alguien que
conoce el camino de la vida terrenal, así también San Agustín, en medio del
camino hacia la búsqueda de la Verdad, necesita ser llevado por alguien, por un
guía, un maestro: y así Agustín caminó sus primeros pasos junto a San Ambrosio
por el sendero hacia el infinito (San Agustín 2005:216).
Una muestra de ello
es la peregrinación que hacen los pobladores chinchanos hacia el templo de la
Virgen de Topara en la sierra de Chincha cada 30 de diciembre. En medio del
polvo, los campos de cultivo, las vacas y los carneros, la gente hace su
caminata de un día hacia el encuentro de la "mamacha" que dio a luz al Hijo de
Dios, y es que, no cabe duda que el mejor ejemplo de imitación de este arquetipo
para los cristianos es María – la preservada del pecado – como "la criatura más
bella de la creación" o "la obra maestra del Creador". Para estos pobladores, el
impacto que provocó María en ellos es la belleza que Hans Urs Von Balthasar
expresa en su libro Gloria, como la «aureola de resplandor
imborrable que rodea a la estrella de la verdad y del bien y su indisoluble
unión» (Von Balthasar 1985:22).
A través de esta
caminata con diferentes generaciones juntas, un abuelo expresaba a su nieta de 6
años que la cosa más bella que vería estaba al final de este camino, entonces la
niña empieza a correr y gritar: la quiero ver, la quiero ver; mientras el abuelo
gritaba: no corras, necesitas de mí para llegar. La niña mostraba en su rostro
algo impactante: estaba decidida a continuar el camino, así tenga que caerse,
cruzar el río y los campos, subir los cerros; ella sabía que al final del camino
se encontrará con lo más bello del mundo. Ratzinger, en su discurso La
belleza es bondad, no solo explica que la belleza es el enaltecimiento
triunfal del Misterio, sino que a través de su pasión y su sacrificio también ha
mostrado belleza (Ratzinger 2002). El amor puro envuelto en sacrificio es la
máxima expresión de la belleza pura y, por tanto, describe que este Misterio,
Dios, en realidad es Amor. Para la niña era importante encontrarse con esta
belleza dicha por su abuelo, le era necesaria porque, gracias a su inocencia, la
belleza lo relaciona con lo bueno y todo lo bueno está lleno de amor y si todo
esto es cierto, es necesario gritarlo para que todos lo sepan.
Ante
la majestuosidad del amor absoluto – que en la revelación se encuentra con el
hombre, lo hace suyo, lo invita y lo eleva hasta una incomprensible intimidad –
el espíritu infinito posee por primera vez el presentimiento de lo que significa
efectivamente el que Dios sea la alteridad absoluta.[2]
Este es un ejemplo
del largo camino que el joven debe seguir para encontrar lo que busca. Se inicia
la búsqueda hacia el encuentro con el Misterio y para seguir adelante el hombre
debe ser consciente que no será fácil. Deberá luchar contra todo para continuar
por el camino correcto para seguir adelante y encontrar la Verdad, el Misterio.
Ante este desafío, el joven, envuelto en este embriagado amor puro, utilizará su
fortaleza, su rebeldía y su adrenalina para escalar hacia Él, y hará lo posible
para que otros como él también lo hagan.
La
Verdad no coincide con el resultado de la decisión del hombre – no es el hombre
quien produce la Verdad -; no obstante, la Verdad (…) exige el acto de esa
decisión para manifestarse (Prades 2002:273).
En la actualidad, es
difícil para el joven llegar a este punto. Los referentes religiosos, sociales y
filosóficos provocan al joven confusión y optan por lo fácil (de acuerdo al
ámbito social y político que vive) que termina siendo perjudicial para él, ya
que lo confunde más - y volvemos al ejemplo de Agustín de Hipona (San Agustín
2005:235) - por ende, es un reto para los educadores religiosos (sacerdotes,
religiosas, catequistas, docentes, etc.) encaminar al joven para que encuentre
el verdadero significado de su existencia. Como dice en el título de una de las
obras de Luigi Giussani: "Educar es un riesgo".
El
objetivo de la educación es formar un hombre nuevo; por eso, los factores
activos de la educación deben tender a hacer que el educando actué cada vez más
por sí mismo, y que afronte cada vez más el ambiente por sí solo.[…] El método
educativo de guiar al adolescente a encontrarse de manera personal y cada vez
más autónoma con la realidad que le circunda debe aplicarse más a medida que el
muchacho se hace más adulto.[…] En efecto, el desarrollo de la autonomía del
muchacho representa para la inteligencia y el corazón – y también el amor propio
– del educador un riesgo. Por otra parte, justamente corriendo el riesgo
de confrontarse es como se genera en el joven una personalidad con su propio
modo de relacionarse con todas las cosas, es decir, es así como su libertad
se hace (Giussani 2006:94).
En medio de un mundo
que no se presta mucho para educar al joven hacia su formación humana – hacerlo
más humano – se vuelve, para el educador, todo un reto y todo un riesgo, pero
es justamente el escenario del mundo que toma el joven para verlo, analizarlo,
reflexionar y tomar decisiones para seguir encaminándose hacia el encuentro con
el Misterio. El guía poco a poco lo deja para que el joven siga su camino con
todos los riesgos advertidos; su papel de educador es tener las herramientas
necesarias para poder mostrarle la belleza del Amor que nos atrae hacia el Bien
y que nos lleva hacia en encuentro con la Verdad. Es por eso que el guía debe
prepararse porque será la pieza clave, la herramienta necesaria que Dios
necesita para que el joven se acerque hacia Él, hacia el Amor, por que el hombre
necesita Amor.
De modo hermoso y
contundente lo expresaron los padres del Concilio Vaticano II hace 50
años:
En
este mundo que vivimos se tiene necesidad de la belleza para no caer en la
desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los
hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las
generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello está en sus
manos (Santa Sede 2008:551).
Por ende, los
educadores somos los más cercanos en guiarlos hacia la Verdad a través del
impacto de la Belleza que provoca un asombro y, por consiguiente, a decidir
encaminarse hacia el encuentro con esta Verdad: el Misterio. Mostremos esto a
los jóvenes de hoy, para que no se desmoronen en la desesperanza y el desamor.
Es todo un reto para un mundo tan individualista como el nuestro, pero, así como
la niña y su abuelo, el joven necesitará de un guía para encontrar un sentido a
la travesía que dará y encaminarse hacia el encuentro con lo más bello: Dios,
que es Amor.
BIBLIOGRAFÍA
GIUSSANI, Luigi.
2005 El sentido religioso. Lima. Ed. Encuentro
– Fondo Ed. UCSS.
2006 Educar es un riesgo. Lima. Ed. Encuentro –
Fondo Ed. UCSS.
JUAN PABLO II, Beato.
1999 Carta a los artistas. <http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/letters/documents/hf_jp-ii_let_23041999_artists_sp.html> Consulta hecha el
5/10/2012.
NEWMAN, John Henry.
1993 La Fe y la Razón: Sermones Universitarios.
Madrid. Ed. Encuentro.
PRADES, Javier.
2002 Los retos del multiculturalismo. Madrid.
Ed. Encuentro.
SAN AGUSTÍN.
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VON BALTHASAR, Hans Urs.
1985 Gloria, una estética teológica, La percepción
de la forma. Vol. 1. Madrid. Ed. Encuentro.
RATZINGER, Joseph.
2002 "La belleza es Bondad". En Mensaje para
el Meeting de Rímini. <http://bilboquet.es/fin/docsfin/LA%20BELLEZA%20ES%20BONDAD.pdf> Consulta hecha el 26
/10/2012.
SANTA SEDE.
2008 Concilio Vaticano II. Mensaje del concilio
a toda la humanidad. Lima. Ed. Paulinas.
[1] Testimonios de
jóvenes que recibieron catequesis en la Parroquia San Pedro de Carabayllo entre
los años 2008 y 2009.
[2]La experiencia
estética y la creación artística. UCSS. Apuntes del
30/07/2008 de la clase de metafísica a cargo del Dr. Andrés
Aziani
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