Abuelo Felix (que Dios decida lo que pase de ahora en adelante)

Mi siencio expresa
lo que más me aterra,
abrazo los recuerdos
en medio de la lluvia de mis luceros.

Dos besos tibios
rozaron tu frente
mientras tu mirada
enlutaba mi pequeño corazón.

¿Recuerdas tu pasada fortaleza
ahora agotada?
¿Sientes un dolor inmenso
hasta ayer desconocido?

Tu silla,
ahora abandonada,
me recuerda intensamente
tu sonrisa bonachona,
tus gafas redondas,
tus lacias canas
y tu sordera bárbara.

Tu caminar,
al paso de los años,
se volvió más lento
y tu dictadora mirada
triste y vaga.
¿Tanto he crecido?
¿Tanto has envejecido?
y hoy tengo miedo de perderte,
de heredar definitivamente
tu apellido tan mío.

Cultivaste en mí
fortaleza y valor,
regaste en mí
confianza y amor
para cosechar, luego, en mí
inteligencia y decisión.

Tu vaga mirada
se pierde en el cielo
y tu ser ruega
por el último adiós
pero aun tengo miedo
que aquel varón
que fue mi abuelo, padre y maestro
me deje continuar el camino
sola...

Aun recuerdo los dulces
que traias todas las tardes
después de tu pequeño paseo
por la plaza del pueblo,
me encantaban los bizcochos con manjar
y la mazamorra morada;
por ese amor deseaba por siempre
quedarme en aquella casa de antaño
y juré regresar
para cuidarlos, a ti y a mi abuela.
¿Por qué quieres irte?
¿Acaso no ves rasgado
mi corazón ya herido?

Pero Dios tiene la última palabra
y el mar sureño será testigo
de su pronta decisión
mientras tanto
mi silencio expresará
lo que más me aterra
y tu mirada enlutará
mi pequeño corazón.

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